Hoy es el último día que escribo el blog. Vine aquí por un lado con muchas ganas de dar una parte de mi tiempo a la sociedad y por otra la de enfrentarme a un entorno distinto y desafiante en muchos aspectos. Y, todo hay que decirlo, creo que he tenido suerte de encontrarme trabajando en una compañía que me ha permitido hacer las dos cosas a la vez en su nombre.Desde el primer día, desde mucho antes de llegar en realidad, mi preocupación estaba en si podría hacer algo útil aquí. No solo por el escaso tiempo (cuatro semanas pasan volando) sino por mis habilidades o conocimientos respecto al trabajo que se me pediría hacer. Trabajo que, por otro lado, hasta que no llegamos no estuvo nada claro (de hecho cambió completamente respecto a lo que nos habían dicho inicialmente).
Creo que he cambiado de opinión bastantes veces respecto a si podía realmente hacer algo o no pero llegados a este punto creo que la respuesta es que sí. Puede que no sea mucho, pero mientras charlaba hoy con “nuestras chicas” después de la conferencia de prensa, creo que hablaban sinceramente cuando decían que habían aprendido cosas trabajando con nosotros y que la BBDD que les habíamos diseñado las iba a ayudar.
En realidad, y creo que a mis otros compañeros les ha pasado lo mismo, lo que parece que más han apreciado es nuestra distinta manera de enfocar las cosas. Esa misma diferencia que al principio creaba barreras y, en algún caso (no el nuestro) incluso desconfianza!
Desde luego no han cambiado su mentalidad y forma de hacer básica, pero sí que da la sensación que pueden y quieren incorporar algunas cosas nuestras que les ayuden a ser más eficaces en su trabajo. Y parece que este deseo o voluntad existe desde el momento en que se crea un vínculo de confianza, nunca antes. He quedado en todo caso con ellos que una vez al mes tendríamos un breve contacto para ver cómo avanzan y supongo que pasados unos meses será el momento de evaluar si realmente algo caló. Espero que sí.
El feedback respecto a nuestro trabajo lo va a gestionar la ONG que nos ha enviado y nos lo darán en las próximas semanas pero será una cosa más bien oficial que seguro que en cualquier caso será bueno. Prefiero quedarme con los comentarios que nos han hecho a nivel personal y que han sido realmente bonitos.
No puedo escribir en un par de párrafos más lo que me llevo de aquí porque es mucho (bueno y no tan bueno) tanto a nivel cultural como puramente personal. Pero puedo resumirlo en que me alegro mucho de haber hecho el viaje y haber tenido la oportunidad de disfrutar de esta experiencia; a los que vea al volver que se preparen porque tengo rollo para rato. Y no quiero acabar el blog sin mencionar que, entre las cosas muy buenas que me han pasado, ha habido el conocer y trabajar con los compañeros de IBM del equipo, creo que -como en tantas otras cosas- he tenido mucha suerte.
Quiero dar gracias a todos los que me habéis “acompañado” estas cuatro semanas. La verdad es que esto de tener que escribir un blog cada día me parecía un tostón pero se ha acabado convirtiendo en una especie de diario de viaje, y vuestros comentarios sin duda me han hecho más fácil sentarme cada día delante del ordenador. Pero sobretodo, quiero aprovechar para dar gracias a mi jefa Marian por apoyarme en mi “capricho”, a pesar de que esto le ha generado algún dolor de cabeza.
Acabaré con una pequeña anécdota que pasó el fin de semana pasado.
El sábado por la tarde, casi ya de noche, mi compañero de proyecto y yo nos fuimos a la otra punta de la ciudad, a una especie de parque donde hay montones de tiendas de souvenirs. Alquilamos un rickshaw para ir y le pedimos al conductor que nos esperara a la salida. Cuando salimos, nuestro rickshaw había desaparecido y los conductores que había por allí, sabiendo que estábamos un poco vendidos, querían cobrarnos unas cantidades absurdas para volver al hotel. Pasaron más de 15 minutos antes de que uno de ellos se decidiera a llevarnos por una cantidad más o menos razonable.
Durante todo el tiempo que estuvimos allí, una multitud de niños “de la calle” (de unos 5 o 6 años), de esos mismos que la ONG con la que hemos trabajado intenta rescatar, se agolparon a nuestro alrededor pidiendo rupias. Les dimos algunas monedas pero -no son tontos- vieron que estábamos un poco perdidos y se abalanzaron sobre nosotros pidiendo más. Llegó un momento en que cada uno tenía a ocho o diez niños tirándole de las mangas de la camisa o del pantalón.
Sinceramente, es la típica situación que me hubiera agobiado bastante hasta que me di cuenta de que, en realidad, más allá del dinero que probablemente tenían que entregar a algún mafioso local, lo que querían era jugar con esos bichos blancos y que hablaban raro. Así que empecé a hacer una cancioncita con el “no, no, no” a sus peticiones de rúpias i pronto estaban todos cantando la tonadilla entre risas. Luego me dediqué a saludar a cada uno de ellos dándoles la mano como si fueran grandes señores y a las niñas les cogí la mano como si fueran una princesa.
Cuando jugando hice una reverencia a estas niñas, con gran sorpresa para mí, entornaron los ojos, casi ruborizadas, y se apartaron unos pasos tímidamente pero con una gran sonrisa. Más allá de sus ropas raídas y sucias y su pelo desordenado, más allá de las difíciles circunstancias en que seguro debían vivir, había una especie de inocencia esencial y de esperanza en los ojos de esas niñas que me llegó al alma.
Y es que a veces hace falta muy poco para generar una sonrisa, y eso ya es ayudar.
